Una dieta inadecuada puede afectar a tus defensas, reduciéndolas, déjarte baja de energía y repercutir en tu estado de ánimo. Reduce las comidas grasas y con azúcares refinados y toma nota de los aliados de tu sistema inmunológico, de los alimentos que debes incluir en tu dieta diaria.
FRUTAS Y VERDURAS: preferiblemente crudas, que aportan vitaminas, minerales, antioxidantes y revitalizantes. Son perfectas para reforzar las defensas. Especialmente ricas en vitamina C, son limón, naranja, kiwi, piña, fresas, zanahoria y tomate.
PESCADO AZUL: Fuente de omega 3, los pescados como el salmón, pe espada, caballa, sardinas, atún o palometa son muy beneficiosos para el organismo.
HUEVOS: La yema de huevo -no más de tres a la semana- es un alimento muy completo que aporta proteínas, vitaminas y minerales. Tiene un importante papel en las infecciones y en la conserva de las defensas naturales.
LEGUMBRES, MARISCOS, CEREALES ENTEROS O INTEGRALES: Son alimentos con vitamina del complejo B, como ácido fólico, B1, B2, B5 y B12.
ACEITE DE OLIVA, CEBOLLA Y AJO: El primero mejora el sistema inmunológico; los segundos tienen un potente efecto antivírico.
LÁCTEOS: Los productos lácteos, especialmente los probióticos (enriquecidos), son muy recomendados para fortalecer el sistema inmunológico.
MIEL: Es antiséptica, fortificante, calmante y bactericida.
FRUTOS SECOS: Aportan energia, hierro, fibra, vitamina C, calcio, magnesio y zinc.
PLANTAS MEDICINALES: Si necesitas un aporte extra, plantas como equinácea, tomillo, grosello negro, uña de gallo y espino amarillo te ayudarán.
PARA BEBER: Consume té verde, blanco o de ginseng, que estimula la producción de células inmunitarias, y al menos dos litros de agua al día.
OTROS HÁBITOS RECOMENDADOS: Además de una dieta inadecuada, hay otros factores que pueden disminuir las defensas, como el estrés prolongado, los cambios bruscos de temperatura, la falta de sueño, los estados de ánimo bajos y el consumo de antibióticos. Para reforzar tus defensas, conviene:
* Dormir ocho horas al día.
* Hacer ejercicio de forma regular, preferiblemente media hora diaria, caminando a paso ligero, nadando, haciendo bicicleta...
* Practicar respiración profunda y ejercicios de relajación para mantener a raya el estrés, que deteriora las defensas.
* Darse duchas alternando agua fría y caliente, lo que estimula la circulación sanguínea y linfática y fortalece el organismo.
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